sábado, 19 de febrero de 2011

Huasca

De entre todos los sinónimos quizá sea, por onomatopéyica, la palabra que mejor describe el objeto que nombra. De origen quechua, huasca define la rama que sirve para azotar. Ya no, ahora describe la acción de corregir mediante el castigo físico las conductas de los niños indómitos. O eso era lo que me contaba hace poco una madre boliviana, cuando intentaba explicarle que en este país no se permite la huasca, ni la colleja, ni el bofetón. Le costaba admitirlo, aunque sabía íntimamente que no le quedaba más remedio que renunciar a esas prácticas ancestrales si no quería tener problemas.
Y mientras ella me hablaba de la huasca y de su utilidad, algunos recuerdos de mi propia vida me provocaron un escozor en la piel. Los reglazos en la palma de la mano propinados por el maestro, el puñetazo en la cara al pelear por una canica americana, el bofetón de mi padre, uno solo en toda su vida, o la colección de golpes regalados por los esmerados policías de la Brigada Político Social durante un interrogatorio.
Aunque bien mirado, creo que soy un privilegiado porque, a pesar de todo, no puedo decir que mi vida haya estado marcada por el castigo físico, como lo estuvo la de los congoleños corregidos a chicotazos, que describe Vargas Llosa en su reciente novela, haciéndose eco de lo que ya denunció Conrad muchos años atrás.
Soy, somos afortunados de vivir en un tiempo y un lugar en el que el miedo al daño físico no forma parte del repertorio de temores cotidianos de la mayoría. Ahora se utilizan otras huascas, quizá más sutiles, sofisticadas y demoledoras, para hacernos entrar por el aro.
Escucho a Roberto Verino decir en las noticias, que sus vestidos proporcionan seguridad a la mujer. No quiero utilizar el truco fácil de sacar unas palabras de contexto, pero la verdad es que dan que pensar. Vamos, creo yo, porque lo que se quiere decir es que nuestra estima depende sobre todo de los demás y de la valoración que hagan de lo más superficial, nunca mejor dicho, de nosotros mismos.
Ya no es el miedo a la colleja, es el pánico al rechazo social. Al parecer, se están dando casos de ataques de ansiedad, de momento sólo entre adolescentes, al no poder responder de manera inmediata a la infinidad de mensajes que reciben a través de las redes sociales. En serio.
Pudiera ser que esa necesidad cromañona de sentirnos miembros de la manada, esté detrás de la falta de pensamientos alternativos al modelo de sociedad. Cuesta creer que la Historia se haya detenido, aunque lo cierto es que se mire donde se mire, el horizonte es el mismo, o muy parecido. Claro que quienes se encargan de mostrarnos ese horizonte a través del papel, de las pantallas, o de los altavoces, también son los mismos, o muy parecidos. Al menos, en este país.
Seguramente, ese mundo inevitable que nos pintan no vaya más allá de ser un simple señuelo, una realidad virtual que, tarde o temprano, acabe por desvanecerse igual que la arena de la playa se nos escapa de las manos cuando intentamos retenerla. Lo estamos viendo en algunos países árabes y quizá lo lleguemos a ver también en nuestras acomodadas sociedades, tal y como prevé José Félix Tezanos en un reciente artículo de la revista Sistema.
Y si eso ocurre algún día, si la violencia machista o el acoso escolar pasan a ser un vago recuerdo de los vestigios de brutalidad que todavía vivimos, sobrepasados ampliamente por una violencia social más o menos organizada, no será extraño que surjan entonces de entre nosotros, hombres de orden con o sin tricornio, que pretendan, a base de huascas, poner nuevamente las cosas en el lugar del que nunca debieron haberse movido.
Posiblemente, la única manera de evitar que ese horizonte hostil se convierta en una realidad, sea construir un mundo en el que la Justicia, con mayúscula, nutra el torrente de valores que recorren nuestras venas.
Por cierto, que también fue un 23 de febrero cuando un ministro tuvo que dimitir porque, seguramente, se empeñó demasiado en alcanzar ese bello sueño de un mundo poblado por hombres justos. Me consta.

3 comentarios:

  1. Supongo que quieres decir por hombres y mujeres justos, que a las mujeres, hasta ahora , poquito nos han dejado decir o hacer en este mundo injusto.

    Te propongo una cita anticrisis:

    "Los sueños de los grandes soñadores jamás llegan a cumplirse, siempre son superados"

    Lista de soñadores: Pilar Miró, Salvador Allende, Adolfo Suárez, Gandi, Martin Luther King, José Saramago, Garzón, tu Ministro que creyó podría meter en vereda a cierto grupo de intocables, pero acaso lo consiguió,..por decir algunos soñadores. Muchos dimitieron, porque les dejaron solos, o les dimitieron, y a otros, incluso los mataron.
    Pero en la mayoría de los casos el sueño fue superado por la realidad.
    Alfred Lord Whitehead es el autor de la cita.

    Lo que veo actualmente es una escasez dramática de soñadores y una sobreabundancia de
    demagogos.
    Y una lástima que las mujeres nos empeñemos en seguir la moda de ir vestidas de fantoche masculinoide que nos imponen..
    pero es otro tema.

    ResponderEliminar
  2. Creo que los sueños, las ilusiones y la esperanza pueden hacer que personas que se encuentran en situaciones difíciles puedan dar unos pasos hacia delante, aunque claro, las que no tienen sus necesidades mas básicas cubiertas no están para andarse con sueños, tienen que protegerse de los azotes de la huasca.
    Mi situación presente no es fácil, mujer de 43 años separada con la custodia de dos hijos, con un empleo de 3 horas diarias y menos mal que el paso de pensión no se incumple, e intentando a la vez formarme para conseguir un empleo; pero tengo LA GRAN SUERTE de poder luchar por mis sueños, a eso me aferro ahora mismo, y de poder luchar para que personas que no los tienen puedan encontrarlos, para eso me estoy formando.
    Antes odiaba ser mas emocional que racional, porque esto me hace sufrir bastante, en cambio ahora creo que lo mejor es pensar con el corazón con unos gramos de racionalidad. Se necesitan cascadas de afecto no azotes con la huasca.
    Me gustaría contarles un pequeño cuento:
    "Una vez una niña le comentó a su padre que la relación con sus amigos y amigas no andaba bien, su papá le dijo: coge tres cazos, llénalos de agua y mete en uno una zanahoria, en el otro un huevo y en el otro un grano de café. La niña "flipaba" con lo que le estaba pidiendo su padre, pero bueno, lo hizo, y puso los tres cazos a hervir. Cuando pasó un rato, su padre la pidió apagar los fuegos, y le dijo:
    Cuando tengas una adversidad, puedes tomar tres caminos: quedarte como la zanahoria después de hervida, blanda y débil; hacerte una coraza como el huevo duro, o intentar transformar y cambiar la adversidad como el grano de café transformó el agua al diluirse en ella".
    Hay personas que me tachan de soñadora y de idealista, pero yo prefiero ser grano de café. De hecho ¡me encanta el café!!!.
    Y una de las mejores cosas que me ha ocurrido este año es darme cuenta que a mi hijo de 18 años y al pequeño de 13 ¡les gusta también ser granos de café!
    Se que somos tres granitos diminutos,¡pero hay muchos mas esparcidos por aquí y por allá, y que a veces parece que nuestros esfuerzos por cambiar esta sociedad injusta son en vano, pero sabemos que semilla a semilla se pueden conseguir grandes plantaciones.
    Bueno, pues me voy a tomar mi tercer café del día, salud.

    ResponderEliminar
  3. EL GING Y EL GANG

    Hoy tuve que ir a un lugar en Colmenar Viejo, es un sitio que frecuento de vez en cuando, el caso es que lo cambiaron de lugar, y cómo andaba perdida con el coche, decidí aparcar y seguir mi camino a pie. Se que el sitio andaba mas o menos cerca, tomé el mapa e intenté orientarme...bueno, el caso es que pregunté a varias personas y ya andaba medio loca y mareada porque no daba con el sitio.
    Yo con mi cara de desesperación porque llegaba tarde, mi mapa en la mano, pensé, calma por allí viene una señora, preguntas de nuevo y ya.
    Esta señora llevaba unos cascos escuchando música, imagino, o algo tan tan tan importante, que cuando fui a preguntarla, me hizo con señas que no me ayudaba porque iba con sus cascos, imagen: dedo diciendo no, dedo señalando cascos.
    Por mi cabeza empezaron a brotar todo tipo de malos pensamientos hacia ella, que no voy a soltar aquí.
    Seguí caminando sin saber ubicar ni un punto cardinal, cuando pregunté a otra persona que también llevaba cascos, en un principio esto me causó algo de rechazo, claro, por la experiencia anterior con la amable señora. El chico se quitó los cascos, y cuando le pregunté por la jodida calle, me dijo: Te acompaño caminando hasta la puerta, está muy cerca. Así que, así lo hizo, y es más, me orientó también por donde tenía que volver luego hacia mi coche. Y yo le di un gran apretón de manos y unas gracias mayúsculas.
    A partir de hoy voy a llevar unas tijeritas de esas pequeñas de botiquín, y voy a ir cortando los cables de los cascos a aquellas personas que los utilizan como pretexto para no hechar un "cable" a los demás. ¡Que fuerte!

    ResponderEliminar

Seguidores