domingo, 12 de febrero de 2012

Maldita realidad

Antes, no hace mucho tiempo, cuando todavía éramos ricos, intuíamos que la única manera que teníamos de conseguir un mundo más justo sólo se podría alcanzar a costa de ceder algo de nuestra parte. Como no había recursos para todos, tendríamos que compartir lo que había. Y precisamente por eso, contemplábamos escépticos desde nuestra atalaya de la opulencia, cómo ese ideal de justicia se iba desvaneciendo en un horizonte brumoso, por la única y sencilla razón de que nadie estaba dispuesto a renunciar a todo aquello que tanto había costado alcanzar.

Ahora sin embargo, la diosa realidad, que según nos cuentan habita en lugares ajenos a la voluntad humana, parece dispuesta a poner las cosas en su sitio y a cada cual en su lugar. Aunque nadie nos termina de aclarar si la realidad es ésta o era la otra, ni cuál es la verdadera o la falsa. Así que confianza en lo que nos dicen, lo que se dice confianza, más bien poca, escasa, por eso cotiza al alza.

Y esta realidad de ahora, proclamada a los cuatro vientos como si fuera una revelación divina, nos propone que seamos más pobres, más humildes, más austeros, para que así, en un futuro sin fecha fija, nosotros mismos, o nuestros descendientes, podamos recuperar el paraíso perdido. En este viaje a través del tiempo, embarcados todos en el Arca Neoliberal, vamos hacia un pasado sin saber el momento preciso en el que la tierra prometida emergerá sobre las aguas que la anegan. Aunque si seguimos a este ritmo, me veo vestido con cota de malla luchando contra dragones de dos cabezas. Bueno, al menos habrá princesas cautivas a las que rescatar de castillos encantados. Alguna ventaja tenía que tener este viaje a ninguna parte.

Me descubro el sombrero. Lejos de perderse por vericuetos sin salida, de acalorarse con debates estériles, de despistarse con señuelos fatuos, los señores del castillo, o sus descendientes, han sabido aprovechar la debilidad de una tropa envilecida, para hacernos ver y creer que todos corremos la misma suerte. Algo en lo que llevan empeñados desde el principio de los tiempos.

Y cuela. Porque si se dice que es progreso recuperar una legislación de hace veinticinco años, o que manifestarse en la calle es contraproducente porque no crea empleo, o se condena a un juez que investigaba la corrupción, o se absuelve a un político corrupto, y no pasa nada de nada por todo eso y más, es que cuela.

Va todo tan deprisa, aunque sea hacia atrás, que quizá la Historia no pueda detenerse y nos traslade en este viaje vertiginoso hasta la antigua Grecia, aunque quizá ellos, los griegos, no tengan una especial nostalgia por ese pasado y hayan decidido que si tiene que haber señores, no será a costa de ser sus esclavos. De momento, están prendiendo fuego a la maldita realidad.

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